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El alineamiento cultural y estratégico es esencial para garantizar que las acciones y decisiones estén en armonía con los valores y objetivos de la organización, promoviendo la cohesión entre el discurso y la práctica.
Existen diferentes interpretaciones sobre lo que constituye el éxito empresarial. La rentabilidad o la relevancia de la marca en su mercado pueden ser buenos indicadores de un negocio exitoso. Sin embargo, los resultados reflejan únicamente un trabajo más amplio y consistente realizado día a día. Es en este punto donde la cultura organizacional y la estrategia se intersectan.
La Cultura Organizacional como Factor Determinante
Un factor clave para que la empresa alcance sus objetivos es su cultura organizacional.
Francisco Costa, Director de Administración y Finanzas del Consejo Federal de Administración (CFA), explica que la cultura es el conjunto “de políticas, creencias, principios, conductas, hábitos y valores compartidos por todos los integrantes del entorno corporativo y que regulan la rutina y el clima de la organización”. Representa la estrategia del posicionamiento empresarial.
Odino Marcondes, especialista en cultura y socio fundador de Marcondes Consultoría, retoma la definición de Edgar Schein, uno de los principales estudiosos del tema: es “la manera en que hacemos las cosas aquí”. Queriendo o no, existe una cultura que guía la conducta de todos en la organización. Esta construcción puede ser coordinada por la administración cuando existe un enfoque estratégico; de lo contrario, la dinámica natural del entorno determinará los comportamientos, que no siempre estarán alineados con la estrategia.
Por eso, muchas veces “la cultura se come la estrategia en el desayuno”, como dice el dicho.
Marcondes enfatiza que la cultura debe sustentar la estrategia, la cual sirve como dirección para que la empresa cumpla sus objetivos.
“Si la estrategia definida significa, por ejemplo, rapidez en la atención de las necesidades del mercado, es fundamental que esta promesa —la rapidez— sea un valor compartido por todos los que trabajan allí”, ejemplifica el consultor.
Engaging Profesionales y Resultados
“La cultura es responsable de incluir a los profesionales en el propósito de la organización, promoviendo el compromiso de los colaboradores e impulsando los resultados”, comenta Costa.
“La implementación de una buena cultura eleva el nivel de satisfacción de los empleados y contribuye a la eficiencia, eficacia y efectividad de las acciones estratégicas”.
Para lograr esto, es necesario conectar ambos extremos. Marcondes explica que, normalmente, la estrategia debe alinearse con la cultura. Sin embargo, cuando la visión estratégica no se materializa, surge la necesidad de “mirar hacia adentro” para evaluar si la cultura está cumpliendo con las expectativas del mercado.
“Esta miopía no es de la organización, sino de los líderes, quienes deberían ser capaces de interpretar las necesidades del mercado y dar las respuestas adecuadas. Muchas veces es el momento de evaluar si estas personas deberían ocupar esas posiciones”.
Misión, Visión y Valores
Alinear la estrategia con la cultura requiere claridad sobre los pilares de la organización, lo que a menudo se traduce en la misión, visión y valores.
Costa aclara que:
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Misión: representa la razón de ser de la empresa.
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Visión: describe la imagen proyectada para el futuro del negocio.
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Valores: son los principios que sintetizan los ideales de conducta que deben seguirse en la cultura organizacional.
Para Marcondes, esto constituye el “marco filosófico” de la empresa. Establecer estos principios es esencial para:
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Motivar e inspirar a los colaboradores
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Orientarlos en las zonas grises, donde no existen normas ni procedimientos claros
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Permitir que la empresa resista desviaciones del rumbo establecido
La Práctica del Marco Filosófico
El tripié misión, visión y valores no siempre está explícito, pero esto no significa que los principios no se practiquen en el día a día.
“Muchas empresas han sido o son muy exitosas sin definir explícitamente su marco filosófico. Pero en todos los casos que he conocido, el fundador lideraba el negocio y vivía diariamente los valores que consideraba centrales para la empresa”.
Cuando la presencia del fundador no es constante o las operaciones se realizan de manera descentralizada, es indispensable definir y comunicar claramente el marco filosófico, “para que todos sepan lo que se espera en términos de compromiso y comportamiento”, orienta Marcondes.
Fuente: Revista Conmax